martes, 6 de agosto de 2013

¿Cuál es el Valor Ideal del Dólar? Una Mirada en Relación al Tipo de Cambio Real


Supongo que proponer una devaluación es un mensaje políticamente incorrecto. Algunos economistas creerán que es necesaria y no lo dirán, otros creerán ciertamente que una devaluación puede generar mayores tensiones inflacionarias y reducir el salario real.
Más allá de la definición de un mecanismo para alcanzar el valor ideal del dólar, es obviamente necesario definir previamente cuál debería ser ese valor a alcanzar.
Un elemento importante para definir el valor de cualquier bien es la escasez relativa que tiene. Hasta principios del año 2011 las reservas fueron creciendo, logrando superar los U$S 52 mil millones. A partir de ese momento el Banco Central fue perdiendo reservas hasta el punto actual, contando con U$S 37 mil millones, lo cual representa una caída del 29%.
Entre el pico de reservas y la situación actual sucedieron muchas cosas. Durante todo el año 2011 el Banco Central se desprendió de dólares para contener la suba, financiando gratuitamente una fuga con la intención de minimizar el ruido antes de las elecciones presidenciales de ese año, alcanzando incluso a vender dólar futuro a tasa cero para contener su valor. Luego de la victoria electoral llegó el cepo, limitando la compra para atesoramiento y ahorro en moneda extranjera y finalmente la prohibición para la compra de divisas, excepto para importar (previa autorización de las famosas DJAI) y para hacer turismo en algunos casos y con valores limitados.
Vemos entonces que se han realizado esfuerzos dirigidos a evitar que el valor del dólar suba más de lo que lo ha hecho, que de todas formas no fue poco, ya que desde el pico de reservas hasta hoy lleva ganados un 38% en términos nominales. Y es evidente que el valor del dólar podría ser más elevado puesto que mientras el Central vende sus divisas a $5,50, en el mercado paralelo hay interesados dispuestos a pagar más de $8,50 por el mismo activo. Esta brecha representa un costo cuasi fiscal que paga el Central. En otras palabras, podemos afirmar que el Central subsidia el precio del dólar.
Toda medida económica tiene ganadores y perdedores. Y ésta no es precisamente la excepción. El núcleo del análisis en este caso, es identificar quienes son los ganadores, quienes los perdedores, cual es el resultado final en el agregado, qué tipo de cambio es compatible con cada modelo de desarrollo, etc. Una vez hecho este esfuerzo intelectual, la opción es elegir en qué modelo de país nos gustaría vivir.
Las preguntas que surgen luego de realizarse este planteo son ¿vale la pena hacer tanto esfuerzo para contener el valor del dólar? ¿Tiene un impacto directo en el salario real y en los estratos más vulnerables de la población?
Para responder estas preguntas debemos focalizarnos en el impacto que tiene el valor del dólar en la economía y quién consume dólares. Por el lado del comercio, es lógico pensar que un dólar artificialmente barato no es beneficioso para la economía ya que no parece que tenga sentido castigar al exportador y beneficiar al importador. Un elemento que no puedo obviar es que el dólar barato facilita la incorporación de bienes de capital, ya que la mayor parte de éstos se producen en el exterior y su valor cotiza en dólares. Por otra parte, algunos podrán argumentar que el salario real podría bajar al subir el valor del dólar. Algo que es lógico puesto que la matriz productiva del país tiene componentes de origen importado. Pero, ¿es esta la mejor forma de utilizar recursos públicos para defender a los más vulnerables? ¿Quién consume más divisas en términos relativos? ¿Aquél que es rico o aquél que es pobre? No parece tan difícil responder a esta pregunta si nos planteamos interrogantes más sencillos. ¿Quién se va de vacaciones a Miami y Punta del Este? ¿Quién consume perfumes importados? ¿Quién compra electrónica y bebidas alcohólicas importadas? Ciertamente no son los empleados en negro, ni los desocupados, sino los sectores más acomodados de la sociedad. En todo caso, parece que tendría mucho más sentido que el Estado subsidie el valor de la carne, la leche o directamente la canasta básica de alimentos, en lugar de subsidiar el turismo emisivo, los autos de lujo importados y el champán francés. Tal vez es por esto que en el año 2003 Néstor Kirchner aseguraba “Yo no soy partidario de un dólar bajo, me interesa un dólar competitivo”.